Dentro de los aspectos a considerar se incluyen unos conscientes y otros inconscientes para el paciente.
Los motivos conscientes son aquellos que se desencadenan porque hay un defecto o anormalidad real o evidente y que es considerado asi tanto por el entorno del paciente como del profesional médico. Puede existir algún cambio en su personalidad o en su comportamiento por este motivo pero el paciente es tambien consciente de que una corrección del problema le proporcionaría satisfacción y tendría repercusiones positivas.
Existen otro motivos inconscientes que pueden ser sintomáticos de patologías psicológicas o psiquiátricas subyacentes. Su resolución no tendría que ver con una eventual cirugía entonces ya que el trastorno persistiría.
Sin llegar a extremos existen formas menores de trastornos que se pueden reflejar en una percepción anómala del propio aspecto físico pero para los cuales la cirugía no es tampoco la actuación correcta ya que puede llevar a una insatisfacción en los resultados y a una cadena de procedimientos sin final.
Son estos ultimos motivos los que el cirujano debe detectar antes de la intervención para evitar falsas expectativas y por ello la consideración de un resultado como inadecuado por parte del paciente aunque no lo sea en realidad.
Entre paciente-cirujano debe haber una fuerte relación de confianza, adecuada comunicación a lo largo de todo el proceso y correspondencia entre las expectativas de ambas partes. Este ultimo requisito es particularmente importante en una especialidad en la que se confía el aspecto físico exterior. Todos ellos ayudan a clarificar las motivaciones.
En definitiva, el cirujano tiene entre sus muchos objetivos preoperatorios la de distinguir entre los motivos reales y aquellos inconscientes y por lo tanto más susceptibles de problemas posteriores. Esto no es nada sencillo ya que entran en juego factores como la personalidad del paciente que influye en como ve o vive la alteración en concreto.
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