Lo más frecuente es que los pacientes consulten por motivos realistas y conscientes, los cuales son compartidos tambien por el cirujano que hace la valoración.
Los pacientes explican sus propias impresiones o vivencias en relación a una alteración que puede ser congénita o adquirida por diversos motivos, lo habitual es que estas actitudes sean razonables y que se espere que la intervención suponga una mejora en dichos defectos.
Hay tambien unas motivaciones insconscientes que en ningún caso deben prevalecer sobre las reales ya que se estaría entrando en otro tipo de alteraciones para las cuales la Cirugía Estética no tiene tratamiento.
Por ello es importante que el cirujano seleccione de antemano que alteraciones en la personalidad del paciente o en sus relaciones con los demás son recuperables con la cirugía o no. Ciertos sentimientos de inferioridad o retraimiento con la pareja o social pueden ser entendibles en el contexto de ciertas anomalías como pueden ser los defectos de la nariz, de las orejas o de las mamas.
Hay que valorar tambien el grado de madurez del paciente y su propia conciencia del problema ya que es común que padres con niños que tienen orejas en soplillo acudan a consultar antes de que el propio niño tenga conciencia de ello, se estaría primando la reacción familiar y del contexto sociocultural entonces.
Confiar a un profesional nuestro propio aspecto físico puede causar más temor que una intervención de nuestros órganos internos, por este motivo establecer una relación de confianza y una adecuada comunicación son cruciales. Tambien es fundamental que las expectativas del paciente se ajusten a las perspectivas del cirujano en cualquier tratamiento y hay que ser receptivo a lo que el profesional nos aconseja de forma objetiva, profesional y siguiendo una metodología en la cual no intervienen las motivaciones inconscientes de los pacientes.
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